miércoles, 18 de julio de 2012

Cuevas de Hierro


Cada noche, Franklin Navarro se dirige al parque Venezuela para transformarse en una máquina de hacer ejercicio, y  como él muchos jóvenes en distintos parques de Barranquilla se enfrentan a  las populares “barras”,  una actividad que para muchos puede ser difícil mientras para otros se convierte en una necesidad diaria. “cuando empecé en esto no podía subirme más de tres veces pero con el tiempo he podido tener mayor resistencia, y  hago cinco tandas con quince repeticiones cada una” dice franklin con un brillo en sus ojos al referirse de su inicio,  que al parecer es   la etapa más difícil para los  come hierro.


Parques como el Sagrado corazón, Olaya,  de los Andes  entre otros  son testigos de cada uno  de los cambios que tiene los chicos en sus cuerpos. “yo me sentía inconforme con mi cuerpo y empecé a ir al gimnasio pero ese lugar es mal agradecido porque una vez que dejes de ir se te caen los músculos” dice Yesid García, otro joven que hace barras a diario en el parque Olaya y agregó  que otra de las razones que prefiere las barras que al gym es por  cuestiones de tiempo y de dinero.

Franklin es estudiante de ingeniería y vive pensionado en  los alrededores del parque Venezuela  y al igual que Yesid ha pisado diferentes gimnasios pero dice que no hay nada como las barras al aire libre; pero es por eso que muchas veces se presenta problemas de orden público: algunos chicos se quitan la camisa y hacen exhibición de sus cuerpos sin importar los niños y niñas que juegan en el lugar, por otro lado también utilizan los columpios para hacer sus ejercicios  dañando en cierto modo sus estructura, y lo más grabe de todo que algunos piñuitos fuman droga en esos escenarios recreativos.

Así como se infla un globo con cada soplido así también se inflan los hombros, pechos, bíceps y tríceps con cada subida que realizan de cuerpo,  sin embargo algunos de estos deportistas consumen sustancias como proteínas, creatina y hasta los perjudiciales esteroides para alcanzar mejores resultados,  en el  menor tiempo posible. Y es que la sociedad moderna está pidiendo un estereotipo de hombre con gran  masa muscular y alta definición, lo que ocasiona el desespero de jóvenes como Yesid que al verse  al espejo se sienten delgados, un síntoma contrario al que sufren las personas con anorexia. Por esta razón “la expresión todo entra por los ojos” se justifica en las diferentes acciones que hacen las personas para lucir mejor, como  una visita al salón de belleza, dejar de comer, afeitarse, maquillarse y hasta comprar ropa de la mejor marca incrementa la autoestima de muchos.  

“yo hago barras con los brazos juntos, abiertos además hago flexiones y paralelas” dice franklin explicando su rutina. De esta manera sólo con una barra y disposición se pueden realizar múltiples ejercicios como el “Cristo” que consiste en llevarse la barra hasta la nunca con los brazos separados; las “paralelas” dos tubos con cierta distancia; y abdominales con los brazos conectados a la barra mientras suben y bajan las piernas. Por esto  nadie tiene excusa para decir que no tiene dinero, ni tiempo para tonificarse.

Los horarios que se encuentran personas como estos jóvenes son en la mañana antes de las nueve,  al caer el sol y hasta que quede el parque vacio por la penumbra. Los “piñuos” se convierten en una tribu urbana que tienen su cueva hecha de hierro  en las zonas verdes de la ciudad, cada jornada se pueden ver más de diez jóvenes “tirando”. Esta cultura tiene sus inicios en la década de los 60 cuando el fisicoculturismo se hizo popular y que con el incremento de la población y las exigencias del mundo moderno se duplicó.  

 Comienza  el sereno de sudor que cae sobre la arena y  se notan las caras de fatiga en cada uno de los nativos del parque indicando que está finalizado su ritual. “yo termino de hacer barras y voy derechito a la cocina, esto lo deja a uno con hambre para después hacer un las tareas de la u”  dice  Yesid que al igual que franklin  pertenecen   a diferentes tribus de la ciudad  que salen de la cueva de hierro en busca de comida  y de poder descansar para al día siguiente poder repetir sus ritos en honor  a Apolo   dios griego de la belleza masculina.

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